Pensé que el infierno doblegaba ya mis pasos,
cuando disuelto el sol de las líneas de la tarde
una vaga sinfonía de sombras asaltaba mi ventana.
¿Por qué me dejaste escapado de mi niño
ausente de acuarelas en los tapices de mi instinto?
¿Por qué callaste mi soledad de descendencia
en el fuego embrionario donde paría el desconsuelo?
Pensé que la luna rompía su vestido de amapolas
y arrojaba hacia mi lecho su silencio de esmeralda.
Vi cuando el cochero pasaba sigiloso y su caballo
relinchando entre los pasos de elegante galopeo
Me observé , posado como un mirlo afónico
en medio de las hojas y las ramas de algún álamo.
Me supuse regresando por las marcas del camino,
a los dulces esplendores de la tierna adolescencia.
Percibí un cuervo rubio que atacaba los lunares de mi niña
aquella que amé desasido y encorvado en el silencio.
¿Por qué no detuviste ése infausto minuto?
Solo un instante para besar su rostro
solo un intervalo para ahuyentar los vicios.
No levantaste la sospecha que pesaba en su principio
no lavaste con tu lluvia la hegemonía del recuerdo.
¿Acaso no notaste que mi fiebre persistía?
¿ No escuchaste mis latidos en sus manitos de seda?
¿Por qué no detuviste ése trágico minuto?
¿Por qué la dejaste esfumarse, volátil, impalpable,
en el destello inalcanzable de las pálidas estrellas?
Walter Faila
No hay comentarios:
Publicar un comentario