Me falta una negra y efímera noche.
Me agravian tres horas escondidas en tinieblas,
me sobran dos sueños colgados de relojes,
me queman tres inviernos vencidos en sus ciclos.
Te recuerdo en cada madrugada de desvelo,
te veo cuando cantas, cuando gritas, cuando callas,
cuando muerdes, exaltada, la manzana de la vida,
cuando lloras, alterada, en la puerta del infierno.
Me falta una sonrisa como casco de aventuras,
una noche de papel que se ciñe al caramelo.
Las uvas azabaches que cuelgan juguetonas,
en la rama promiscua de un viejo limonero.
Me perturba una utopía que quise verdadera,
la tinaja de mi casa, las paredes de mi infancia,
la represa de mi patio donde buceaban mil luceros.
Y me abrazo sigiloso a las letras de un poema,
y voy navegando entre vertientes,
en la indulgencia proverbial de los recuerdos.
Camino por las líneas de un átomo dormido,
donde respiras, sublimada, con tus sueños agoreros.
Picoteo la miga, de los panes destrozados en la plaza,
bebo con la sierpe dolorida, que preña otra ponzoña.
Y me pregunto:… ¿que es la vida?
y digo como dije confesando mis miserias.
Que la vida es la excusa de la muerte,
una norma de forzoso acatamiento.
Un cristal que se rompe en la desdicha,
una horda de intrusos, que te impulsa desde el pecho.
Camino difamando la ebriedad de los retiros,
y digo que tu alma es el río de leteo.
Y adiciono que mi casa está vacía de mi ausencia,
que espero en la vereda la llegada de tus besos.
Porque veo que falta en la agenda alguna noche,
ligero claustro de maromas con sus nudos marineros.
Y concluyo que mis letras solo miran la orfandad,
en que habitan las llagas de mi pobre entendimiento.
Y agrego que el amor es el enigma que persigo,
y respondo que el oasis está presto en mi silencio
viernes, 15 de enero de 2010
martes, 12 de enero de 2010
El último deseo
Si se derrumba el cielo, si se rompe el mar.
Si a mi poesía la traga el infinito,
si cae mi nombre fulminado por el tiempo.
Si en la ribera el agua se olvida de la arena.
Y en las costas de mi río las hierbas esconden
las cicatrices de mis huellas.
Quiero que estés allí, ¡corazón de trigo!
Juntando mis vocales a la vera de los verbos,
amontonando mis despojos
en los escombros del camino.
Porque sabes mas que todos mis místicos silencios.
Porque intuyes en mis labios tus senos en mi vicio.
Si a la sombra de mis montes el sol las elimina
con su brillo tenaz de loco aventurero.
Si me suben por las manos tus hiedras suaves,
huidizas a mi tacto de flor en terciopelo.
Si en mi ciega singladura hacia tu muelle
naufrago en la ignorancia de la isla de tus besos.
Si en mi pueblo se agiganta mi nostalgia
y rueda el delirio
en la urbana belleza de tu piel de caramelo.
Si no logro alcanzarte con mis alas de bardo,
si son mas altos los muros de tu vida.
Si son inalcanzables los luceros de tus ojos,
y se quiebran mis vuelos, y me hundo en la muerte.
Quiero que estés allí, ¡ Corazón de trigo!
Antes que se agote mi último suspiro
antes que se trague mi garganta
la dicha de decirte que te quiero.-
Walter Faila
domingo, 10 de enero de 2010
Noche Insensata
Por qué será que éstos dientes aprietan tanto grito, que ésta boca cierra el ministerio de la palabra, invocando liturgias en las piras de los bonzos, maldiciendo la rutina sin plato de los pobres, los dedos encallados de los niños en la fría madrugada de junio.
Por que será que no acostumbro a revestir de paños negros la mirada, ni consigo achatar mi corazón en tanta mugre de lisonjas, de necedades barbudas en medio de la nada.
Por qué no logro hacer envejecer a los abismos, para cortarle los cabellos a los Sansones del poder y la desdicha, caballeros de la orden de la reina, burócratas chantajistas de las almas divagantes y borrachas.
Por qué me sabrá a estiércol éste aire de prosa vagabunda, que navega desolada por los ríos putrefactos de éste invierno de miseria y lejanía.
Por qué será que se inunda en la garganta un diccionario de vergüenzas y estallan rebeliones de dolor en cada verbo, y revientan sin esquirlas los pregones de la absurda anarquía de la vida.
Por qué, Dios mío, no supe encontrarte en el camino, para entregarte una parte de ésta carga que dobla mis rodillas ante el tiempo, que rebasa por las cumbres de mis sienes.
Por qué será que en ésta noche necesito mas que nunca mi costilla, la mano limpia de mi hermana, la sonrisa de mi madre, el consejo de mi padre y la inocencia perdida, en las calles de piedra que enterraron los años de mi infancia.-
Por qué no encuentro el límite que detenga mi bramido, cuando el cráneo dilata los músculos del pecho y se vuelve vagabunda la sustancia que alimenta, insensata, mi paz y mi querencia.
Walter Faila
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