Sin orden, sin juicio, sin esperas.
Sin una ilusión corta, sin un sueño largo.
Así fue, así será.
La vereda ancha, la calle angosta,
un remiendo a cada paso, un agujero en la avenida.
¡Ni un día distinto, ni una cama perecida, ni una queja igualitaria!
No quedan ya ni telones ni escenarios,
para los cuartos menguantes que amanecen con la luna.
¡Esta brevedad de amor quepa en unas cuerdas de violines
afinados con las flacas gotas de la lluvia!
Este latir entra en la palma de mi mano cerrada,
en mi pulso de sombra, en mi oquedad de utopías irascibles.
Sin Góngora, sin Quevedo, sin Martí,
sin una prosa maldita, ni una rima sagrada, ni un soneto preciso.
Esta vida cabe en el hueco de una pared sangrante
en la herida repulsiva de un misterioso grito.
¿Cuanta pena mas te hace falta?, ¿Cuánta tristeza?
No hay maderas para armar el fuego
Ni tampoco brasas para dispersar cenizas
Desde éste incómodo borde donde agoto el equilibrio,
Donde no existen verdades ni preguntas sin censuras.
Donde nada comienza y donde nada termina.
No queda ya una carta entre las manos
ni siquiera la posdata en lo ancho del camino
Los sobres rotos, las letras enquistadas, el beso interrumpido.
Sobre éste límite abrazo… la finitud de la vida.
Walter Faila
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sábado, 30 de mayo de 2009
lunes, 25 de mayo de 2009
Desconcierto
El enigma equidistante, irresoluto, me conduce a preguntarme ¿ cuánta ironía cabe en tu palabra adversa?, allí donde el testimonio cobra el coraje de un verso y se vuelve corrupta la desidia del razonamiento.
He visto amanecer al sol, coqueteando con sus brillos a la cara oscura de la luna, detrás de dos cuartetas cubiertas de rocío.
He descubierto la contemplación plena de los ojos cerrados, y la ceguera absoluta de las necias miradas, justo cuando hablaba con los jueces, una mañana de mayo, antes ser arrojado a las hogueras del silencio.
He palpado la voluntad tergiversada de un poema roto, en la audaz degeneración de la originalidad contemporánea, imbuido en el mito de un sueño esperanzado de grandeza.
Y sin embargo, aun no puedo descubrir cuanta ironía cabe en tu palabra adversa. No he podido aprender a caminar ese territorio de milagros, para des gangrenar los mensajes oscuros de las sucias estrellas.
Y de pronto me veo con tribulaciones iracundas, in retóricas, banales, hastiado del hastío y encadenado a la desdicha. Ignorante de la desnudez del alba y de sus senos de sombras, mientras un frío sudor de angustias moja los pies de la ausencia, recordando las horas en que solo esperaba el momento para amarte.
Hoy la tarde menstrua su gótica adolescencia de resplandores bizantinos, misceláneas de perversas y prostituidas soledades en los cajones encorvados del tiempo, y es la palabra, esa palabra, todas las palabras, las que sucumben como presas insalvables de Artemisa, en un campo de algodones donde sangran a tus pies, escasos de ilusiones, mis pálidos poemas.
Walter Faila
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miércoles, 20 de mayo de 2009
Carrusel
lloraban sus lágrimas violetas, en un carrusel arremolinado de verbos silvestres y quejidos etéreos.
Hubiese sembrado en el jardín de su obligo, el desparpajo de un pétalo rebelde, soñando con otoños de hogueras y de tálamos.
Era la primara vez que la paz y la batalla se liaban en los besos.
Era quizá la última ocasión de observar, cuando algo parecido al universo, confundía en dioses vegetales su sexo de abeja ,crisálida y ameba.
Entonces yo, lo hubiese logrado.
Hubiese podido observar la piel senil de la aurora, masticando cardos y margaritas, entre los tules tenues de la vida.
Tal vez lograba que nazca, desde su pezón herido, el maná para aquél pájaro que se murió en la nieve, reclamando su morada a los árboles blancos.
Pero ya ves, en éste carrusel sigo girando, sin que nadie me diga que el tiempo es viejo y que la mañana vomita putrefacta sus relojes de soles y de nubes.
Nunca me avisaron que la noche no era virgen, que engendrando fantasmas paría sus saudades en el hueco oscuro de mi cráneo, taladrando gestas de infantes, en los campos ambiguos de la heredad condicional de mis auroras.
Perdóname, amor mío, de haberlo sabido no hubiese bebido la sangre del odio, ni hubiere roto mi palabra en un verso.
Perdóname, vida, de haberlo imaginado, no habría arrancado los lirios de tu pecho.-
Walter Faila
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